Las
tres de la madrugada y volviendo al hotel tras unas copas no bebidas pero
ciento y un bailes disfrutados locamente. Mi habitación, al final del pasillo,
la suya, enfrente de la mía. Me río, me divierte su expresión, más bien, me
encanta. Susurra demasiado alto, demasiado cerca, se me acelera el pulso, se
enrojecen mis mejillas levemente, no tengo miedo de que se de cuenta, no lo
hará, el alcohol no se lo permite.
Busco
las llaves y me giro para abrir la puerta, se apoya en la pared, a mi lado, sin
dejar de mirarme, sin parar de sonreír. No acierto con la cerradura, me acelero
y no puedo concentrarme, por fin lo consigo y giro el manillar. Ladeo la cabeza
y le miro.
-
Me
lo he pasado muy bien, gracias por acompañarme- le digo con un tono de voz algo
más elevado.
-
Yo
también, sobretodo viendo como te comías la pista- me sonríe y su mirada algo
maliciosa llama mi atención- estabas muy sexy- añade sin ningún tipo de pudor.
-
No
queda muy correcto que mi superior me lo diga- enrojezco cada vez más, estoy
nerviosa, me gusta la situación, me gusta él, pero algo me dice que no debo.
-
¿Y
salir de fiesta con tu jefe sí?- muestra una media sonrisa cargada de
picardía.- ¿Qué más da qué sea lo correcto en este momento cuando yo llevo sin
cumplirlo desde que te vi? Yo soy el jefe así que yo determino lo que está bien-.
Cada vez está más cerca y su volumen disminuye considerablemente.
Pienso en lo que dice pero no lo entiendo, no me
puedo creer lo que sucede, es una fantasía, la misma que tengo desde que le conocí.
-
Tú
también tienes un jefe- le recuerdo.
-
Ya,
pero es mi tío así que no me preocupa- está muy cerca, puedo sentir su
acompasada respiración.
-
Bueno,
de todas formas has bebido, no sabes lo que dices. Mañana hablamos. Me voy a
dormir.
Me pongo de puntillas para besarle en la mejilla, en
ese momento gira la cara y, sin darme tiempo a reaccionar, nuestros labios se
encuentran. Me separo un par de centímetros, busco la calma, intento encontrar
una razón para no besarle, para no perderme en él, para no sumergirme en la
noche. Bajo la cabeza, no puedo pensar si le sostengo la mirada, no quiero
estropear mas las cosas, esa me vale, me separo más y abro la puerta detrás de
mí. Le miro por última vez y con gesto de disculpa le doy las buenas noches.
Cierro la puerta pero con ella no se van las ganas de besarle, de actuar sin
pensar. Trato se serenarme, me desvisto en cuestión de segundos para forzarme a
permanecer en la habitación pero el fino y sugerente camisón que sostengo y que
empiezo a ponerme enturbia mis intenciones. Hace calor, la calefacción está
demasiado alta, me cojo una coleta dejando al descubierto el cuello y los
hombros y mostrando el delicado escote que dibuja el encaje de mi negro
camisón. Camino descalza hasta la ventana, la abro y con cuidado de no dejar
caer la nieve almacenada en el alféizar, me inclino para que el suave viento
helado me enfríe como cuando apagas una cerilla con los dedos húmedos. La
cierro ahora más calmada y, de camino al cuarto de baño, me doy cuenta de que
me he dejado las llaves puestas por fuera. Giro lentamente el pomo con el deseo
prohibido de no encontrar un pasillo vacío.
-
¿Buscas
esto?- mis llaves tintinean sostenidas por su mano derecha.
Apoyado en la pared de enfrente me mira con una
sonrisa torcida, potente, atrayente, con expresión divertida. Miro las llaves,
luego a él, me mantengo seria, pensativa, no sé si rescatarlas, a cambio
sucumbir y caer en la tentación, él lo está deseando, como alternativa, cerrar
la puerta.
En contra de
lo que mi sentido común me dice, avanzo descalza por el pasillo hasta detenerme
enfrente de él. Como imaginaba las llaves desaparecen de mi vista y su cara
muestra un gesto de triunfo, se las guarda en el bolsillo. Doy un paso al
frente y me acerco más a él, le miro a los ojos con expresión desafiante.
Avanzo una mano y palmo su pantalón en busca de mi objetivo, ahí están, en su
bolsillo derecho, voy a meter mi mano para recuperarlas pero la suya me lo
impide, me la coge y las entrelaza. Entonces se inclina deteniendo su cara a
escasa distancia de la mía.
-
No
he bebido alcohol- me susurra, no le creo.- He podido ver como te sonrojabas al
acercarme a ti o cómo te ponías nerviosa con solo rozarte.
-
¿Qué?
¡Más quisieras!- exclamo desasiándome de su mano, la meto en su bolsillo y cojo
mis llaves-. Buenas noches- le miro por vez última y me giro.
Doy una par de pasos más hacia mi habitación antes
de que me detenga cogiéndome por el brazo.
-
Espera.
Me vuelvo hacia él, que se acerca hacia mí y
retrocedo un paso chocando mi espalda con la pared. Apoya su mano libre en la
pared y la otra baja hasta mi muñeca, está muy cerca, cada vez más y no le
detengo, no puedo. Me besa, cada vez más intenso, cada vez más pasional, le
atraigo hacia mí, me desea, no sé si tanto como yo a él. El sonido de mi móvil
me hace volver a la realidad, se separa y le miro con expresión de disculpa. Es
Nuria, lo descuelgo.
-
Ya
vamos para allí, déjanos la llave fuera- me pide.
-
Vale,
hasta ahora.- cuelgo.
Entonces, su boca me busca besándome primero el
cuello, luego la mandíbula y, girándome lentamente, hasta llegar finalmente a
mi boca.
-
Ya
vienen- le aviso separándole poniendo mi mano en su pecho.- vete ya a tu
habitación.
-
¿Por
qué? ¿No quieres que lo sepan?- pregunta interesado.
-
Prefiero
que no. Además, me quiero ir a dormir que mañana hay que madrugar.
-
Vale-
contesta girándose-, hasta mañana.
Ahora soy yo la que le detengo, le hago darse la
vuelta y le beso con ganas, demasiadas, empiezo a descontrolarme y él también.
Su mano empieza a subir por mi pierna y las mías se cuelan por debajo de su
camiseta. Un momento de lucidez me hace separarme bruscamente.
-
Vete
ya. Deben de estar a punto de llegar- le empujo suavemente hasta la puerta y me
despido de él.
Me besa ligeramente en la
comisura de los labios y se va a su habitación. Cierro la puerta y con ello un capítulo de algo queahora sé que no deberia haber empezado.
Blancanieves y sus siete amantes.
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