lunes, 2 de junio de 2014

Atardeceres desolados

Me acaricia lentamente una mejilla y entrecierro los ojos. Me mira y recorre mi rostro con los ojos, haciendo un escáner, haciendo una evaluación de mi expresión. Encojo los dedos de los pies para controlar los nervios, y la arena se cuela entre ellos. Abro los ojos y le miro a los suyos, que se encuentran.

Levanto la mano y la poso encima de la suya, deteniendo así las caricias. Ninguno dice nada, solo nos miramos, con eso basta.

-     Sé lo que piensas, yo también lo hago, sé que no debemos, que no funcionará- susurra sin bajar la mirada.

Alzo la otra mano y pongo dos de mis dedos sobre su boca sin dejar que siga. No quiero que lo haga, me hace daño, me duele que diga en alto lo que ambos sabemos pero que ninguno hasta el momento ha querido pronunciar. Aparto la vista y miro la puesta de sol, que se oculta tras el mar, huye de momentos como estos, escapa al desamor como yo también habría hecho si hubiera tenido elección. Miro la estampa y eso me hace perder todo ánimo, no debería ser así, no soporto que lo sea.

Le aparto la mano que todavía estaba sobre mi cara y retiro la mía de la suya. Me separo unos centímetros que luego se convierten en un par de pasos. No dejo de mirarle ni el a mí, sabemos lo que es esto pero no queremos admitirlo, yo al menos, pero no queda otra salida, esto tiene que ser el principio del olvido, de la separación aunque nunca hayamos llegado a estar juntos, aunque nunca haya llegado a besar sus labios, los mismos que miro y me entristecen, los cuales me muero por rozar, por conocer su sabor, por unir con los míos.

-          Esto nunca pasará, no podemos permitir que lo haga.

Y sin decir nada mas me doy media vuelta y comienzo a andar en dirección contraria, dejándole atrás pero no con él mis sentimientos ni tampoco se van con las lágrimas que derramo sin volver la vista atrás, abandonando toda esperanza, acabando con algo que debería haber terminado días atrás. 
Blanca.