Ella, tumbada boca abajo sobre la toalla, cierra los ojos disfrutando cada segundo, cada fracción de estos, al lado de él, que la mira mientras se hace la loca y sonríe. Uno de sus dedos acaricia su espalda subiendo y bajando al ritmo de su respiración, recorriendo su columna con delicadeza y tropezando de vez en cuando con las tiras de su bikini. Ninguno dice nada, es un tiempo reservado al silencio, a la imaginación, a la espera. El movimiento se interrumpe y él se acerca a ella, sus labios están a la altura de su oído.
- ¿Nos bañamos?- susurra muy bajito.
No hay nadie pero ese momento tan íntimo a ella le eriza la piel de la nuca. Sin despegar los labios, asiente. Él se levanta y va hacia la ducha. A continuación ella le imita y le sigue. El agua empieza a caer y la mira con una sonrisa en la boca.
- Si esperas a que pase yo primero puedes cerrarla- dice en respuesta a su expresión expectante y divertida.
Él da un paso y se coloca bajo el chorro de agua, dejando que cada centímetro de su cuerpo sea empapado por esta. Extiende el brazo y, pillándola por sorpresa, le coge la mano y le atrae hacia él. Pero no le deja quejarse, pues en cuanto están frente a frente, sus boca está sobre la de ella acallando cualquier protesta.
Blancanieves y sus siete amantes.