miércoles, 18 de septiembre de 2013

Se me había olvidado lo mucho que me gustaba verte dormir.

Se me había olvidado lo mucho que me gustaba verte dormir.
Arropado hasta la barbilla incluso en verano, como si esa ridícula sábana pudiera protegerte de todos tus monstruos mientras duermes. De lado, frente a mí. Te late tan fuerte el corazón que hace vibrar las sábanas y puedo seguir el ritmo de tus latidos sin necesidad de rozarte.
Frunces el ceño y sé que estás soñando con algo que no te gusta, quizás una discusión. Rozo con la punta de mi dedo tus labios y tu boca se contrae por las cosquillas que te producen. Después, sonríes levemente y desaparece el cerco de tu ceño.

Sonrío. Me gusta protegerte mientras duermes, de tu subconsciente.
 
 Meto mi mano por debajo de las mantas y recorro tu torso desnudo tranquilamente, tu piel se eriza ante el contacto y vuelves a sonreír dentro de tu sueño profundo.
Me pregunto si el darte un beso te despertaría.
Me acerco lentamente conteniendo las ganas de morderte la boca y, justo en el momento que voy a rozarte los labios, tu brazo me rodea la cintura acercándome a ti, salvando la poca distancia que nos separa y me aplastas contra tu pecho.
Suelto una risita contra tu cuello. Siempre tan posesivo, incluso en sueños.
Me preparo para dormir y, antes de pasarte mi pierna por encima de las tuyas, me aseguro de que estés bien arropado: no seré yo quien le abra la puerta a tus monstruos.
 
     
 
                                       Anna Walsh
 

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